Volver a casa con la frente
cansada porque las calles te han venido siguiendo durante horas y no te han
dado respiro. Abrir la nevera y coger la cerveza que está más a mano.
Destaparla. Beber un sorbo y suspirar y sentir cómo la sed se retuerce en tu
cuerpo y muere poco a poco. Que tu mujer, tu amiga, tu compañera en esta vida,
te salude, te pregunte qué tal te ha ido, te consuele. Darle un beso a tu hijo y
que el mundo sea otra vez un plácido presente. Dirigirse luego a la pequeña
estantería de libros y coger uno al azar, uno que se lea enseguida, que no sea
un mamotreto, que ese libro sea, por ejemplo, Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, y sentarse luego junto a la
ventana y beber el tercer sorbo de la callada cerveza. Empiezas la lectura y
sientes cómo la sed y el cansancio se van apagando en ti. Porque las buenas
historias y la buena literatura tienen ese algo que nos cautiva y nos cura a la
vez: nos educa. Dejar la cerveza a un lado y sentirse cautivado por la alegría
y el carisma de Nora, la protagonista principal de la obra. Sin darte cuenta,
vas sintiendo una admiración, un amor hacia ese personaje. Te gusta porque ella
quiere ser dueña de sí misma, quiere sentirse amada realmente y eso significa que
la dejen libre. Quiere mantenerse erguida, con la frente en alto, sin que la
tengan que cortar la cabeza. Ella consigue liberarse del hombre que no le deja
ser feliz.
Pasan las horas y acabas
el libro y al final te das cuenta de que todavía te queda media botella de
cerveza y, aunque caliente, la acabas porque tu lectura ha acabado también.
Nora decide irse de la casa conyugal y abandonar la cárcel que la aprisiona. Es
una mujer valiente. La quieres aún más. Cuántas mujeres hoy podrían abandonar
al hombre que las oprime, desasirse de esta sociedad que las estrangula. Y te
dices: «Nunca antes te habías enamorado de un personaje literario». Nora me ha
robado el corazón y ya no puedo dejar de pensar en ella. La verdad es que a
cuántos lectores y lectoras les habrá robado el corazón este símbolo de la
mujer libre, de la mujer que decide escapar de la opresión del marido, del que
se cree el dueño de la casa y de la vida de su mujer, la que cría y cuida a sus
hijos, su compañera. A cuántos habrá enseñado el final de este libro. Te gustaría
que todas las mujeres fuesen como Nora.
El 25 de noviembre se
celebra el día de la no violencia contra la mujer. Me quedo pensando,
imaginando un mundo donde ellas sean tan libres como el hombre. Sin un moretón
en el rostro, en el alma. Sin una lágrima de dolor y de abandono. Una mujer
amada, que camine junto al hombre y no arrastrada por este y pisoteada por
aquel. Enseñemos a nuestros hijos que el
machismo es uno de los delitos sociales que afectan a todo el mundo. Que no hay
nada menos hombre que ser machista. Ya lo decía Rafael Barrett: «Los hombres
proyectan el futuro; las mujeres lo hacen. Amadlas, y vuestros hijos
encontrarán menos odio sobre la tierra. Si le hacéis traición se hará traición
a vuestros hijos. Si no tenéis compasión de ellas, no habrá compasión para
vuestros hijos. Si las abandonáis, abandonáis el mundo a la casualidad, y la
casualidad no tiene entrañas».