martes, 16 de junio de 2015

Una infancia heroica

            
           

Este sábado volví del cine como si hubiese regresado de mi infancia, de la infancia latinoamericana, claro. Conducta, la película cubana de Ernesto Daranas, nominada al Goya en el 2014 como Mejor película hispanoamericana, para mi suerte, se sigue proyectando en los cines españoles. Este filme nos muestra la vida de Chala (Armando Valdés Freyre), un niño de once años que trabaja criando palomas y amaestrando perros de peleas para mantener a una madre alcohólica y drogadicta; un niño valiente que acude a la escuela con todo ese mundo marginal y violento en el que vive. Pero como en casi toda Hispanoamérica, la casa suele ser un infierno, y solo un lugar es el paraíso del niño, la escuela. Es allí donde Chala encuentra la luz, la bondad, la solidaridad, la amistad, la esperanza en un futuro que se ve incierto, y el amor, el estar enamorado le ayuda a olvidar el mundo miserable que le rodea. ¿Cómo no sentirse identificado con ese niño que se emociona ante Yeni (Amaly Junco), la compañera que le gusta? ¿Cómo no sentirse identificado con ese ambiente escolar, donde se juega al amigo invisible por el día de la amistad, al partido de fútbol en el patio de la escuela? Todas esas cosas son un paraíso para Chala. Es difícil no  volverse a mirar, cerrar los  ojos a esa realidad que me es tan cercana, que solo ayer viví y que muchos de los niños paraguayos, argentinos, cubanos, etc. padecen aún hoy. La historia de los niños de la calle que nos relata Daranas parece sacada de un cuento de Charles Dickens.
            Conducta tiene un transfondo moral. Con las figuras de la madre soltera, alcohólica, maltratada, y el hijo que crece en ese mundo turbio, nos descubre una realidad dolorosa, ignorada, que de alguna manera se critica en esta película. Solo la escuela parece ofrecer una salida, una esperanza. Sobre todo la figura, el apoyo incondicional de la maestra Carmela (Alina Rodríguez) ―que lucha por sus alumnos como si fueran sus propios hijos― nos enseña ese amor que nos abre los ojos más escondidos de nuestra conciencia, nos mejora como persona. Carmela encarna la figura de una mujer luchadora, que quiere que sus alumnos no falten a la escuela, que se enfrenta a los burócratas que ponen travas y más travas a una sociedad desfavorecida. En ese mundo, Carmela quiere seguir enseñando hasta que no le queden fuerzas para caminar. Maestra que prefiere teclear en máquina de escribir, porque le gusta que las palabras suenen. Quien cree que no lleva tanto en la escuela. “Yo doy clase aquí desde antes que tú  nacieras”, le dice a la supervisora que la quiere echar, quien le responde: “A lo mejor ha sido demasiado tiempo”. Pero Carmela le contesta: “No tanto como los que dirigen este país”. Esta frase de la maestra resume tal vez un cansancio de tanta miseria.
            Cuánto salimos ganando al ver una película como Conducta. Desde el primer minuto nos sentimos cautivado por las imágenes de los tejados, las calles con los Chrysler viejos, los trenes de otros tiempos, la gente, en fin, por La Habana. Pero lo que más impresiona es el drama social que se relata en la película. Desde la primera escena se mantiene la tensión del público sin dejar de emocionarnos.
Una película demasiado buena para ignorarla, para dejar de verla.


Trailer


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