lunes, 18 de agosto de 2014

La musa


Una tarde de abril vino conmigo hasta mi casa.
Ella quería hacerlo en el parque,
en cualquier parte.
Le dije que esperara.
Pero ella siguió lamiéndome las orejas,
 al final no pude resistirme.
Al principio fueron fogonazos,
dos veces al día a veces tres cuando la cerveza
fluía y el tiempo se llenaba en mis párpados blancos.
Me siguió inspirando porque las noches eran largas
y los domingos, aburridos.
Un día se fue con Xaime Martínez,
que toca blues en una banda,
otra vez se colgó de la barba de Sevillano,
pero este no se dejaba engatusar por ella;
una semana después probó con Carlos Iglesias,
que aprovechó la ocasión para hablarle de cine
(quién lo iba a decir, era el más tímido de la tertulia,
o eso creía yo),
tampoco se negó a Pablo Núñez,
que pasa de arrancar las rosas
y va directo al grano.
Pero cada fin de semana se escapaba con Martín,
sin dejar de coquetear con Javier Almuzara.
Yo trataba de seguir sus pasos alguna tarde,
cuando la encontraba,
pero me era imposible seguirla.
Hace mucho que no la veo. Hoy la recuerdo vagamente.
Y ahora que la necesito, me pregunto dónde cojones estará.


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