miércoles, 18 de septiembre de 2013

Primavera anticipada


En una mañana de agosto amanecieron con nuevas flores las orquídeas de mi abuela. Todavía no era primavera, pero, como si madrugaran, sus flores han despertado abriendo sus bellos pétalos colgantes, cual zarcillos de galopera.
Mi abuela, que tanto se alegra, trae su silleta y se sienta junto a las frescas orquídeas para tomar su cotidiano mate. Más tarde, a media mañana, pasan unas señoras vestidas de oficina y ven las flores. Le piden si no podría darles unas flores. Mi abuela les niega con la cabeza. Pero las mujeres que ponderan tanta belleza, le ofrecen por un solo ramo doscientos mil guaraníes (más de treinta euros). Aún así mi abuela les dice que no. Más tarde, sonriente, me comenta que prefiere morir de hambre antes que dar sus esperadas orquídeas.
–Total, la belleza y el dinero duran poco tiempo. Y a mí que ya tengo mucha edad –dice mi abuela–, me alegran más las flores.

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