sábado, 10 de diciembre de 2011

A Santianes de Grado

Miren a donde he venido a soñar,
he pasado la fresca sombra
hasta aquí me trajo el trabajo.
Alzo la vista a los cuatros cardinales
y celebro este día tan nuevo y tan antiguo.
Estoy en el pueblo de Santianes, un pueblo en las alturas,
como un Olimpo, se yergue, solitario
y al mismo tiempo tiene algo de campanas, de grillos, de pájaros de caleya
que cantan en su garganta.

Uno ve, de vez en cuando
a algunos transeúntes trazando con sus varas
itinerarios y paisajes, buscando las huellas del Apóstol.
Y mi alma que está en los andamios,
pintando paneras con mi sudor, calla.
Intoxico mi ser y desvaría mi cerebro
y mis huesos se quedan en la escalera lijando sueños
duros como el castaño.
No desciendo para comer, prefiero ayunar para alimentarme.
Hoy no he rezado –me reta mi alma.
Estoy esparcido por no concentrarme,
el viernes se hace eterno como el sol de la canícula.

La carne no se contenta con lo que no es suyo.
¿Hasta cuándo resistiré? –me pregunto.
Tengo tantas interrogaciones que colapsan mi cabeza,
los signos aparecen en la pared, en los charcos, en los vidrios rotos.
Una enorme interrogación, como un garfio por mi cuello llevo.
Y me rindo, porque buscar las respuestas a las cosas es difícil.
Detrás de cada interrogación hay una verdad
y detrás de la verdad otra interrogación
como si la verdad fuera el traje de la interrogación.
Quisiera montar una mariposa que vuela embriagada entre las llamas,
bailar como borracho con su baile helicoidal.
Admiro las arañas tejedoras
que con paciencia día a día vuelven a tejer.
Si alguien destruyera, mi trabajo cómo me quejaría,
renunciaría, lo dejaría todo.
Y me pongo en el lugar de las arácnidas
y me doy cuenta que tengo que seguir perseverando.
Cuando tengo paciencia a mí alrededor, hay un ángel en mí.
Permanezco sentado, pero hace rato que ya no estoy aquí
hace un día que estoy junto a ti
hace rato que te ando mordiendo los zarcillos
hace rato que ando acariciándote con mis dedos tu melena.
He saneado la fachada
recogido la tierra que cayó,
recogido mis pies, mis manos, las palas y las brochas.

C.D.

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