lunes, 26 de diciembre de 2011

La estrella de Navidad

Ayer he visto una estrella
cruzar el cielo de España.
Y parece ser la nuestra,
y en mi alma está reflejada.

Después la luz de esa estrella
se metió en una campana.
Y su son de media noche
me avisó que te abrazara.

II

Hoy vi a mi Dios sonreírme
en los ojos de la gente,
y mi gozo desde entonces
lo pueden ver en mi frente.

Deja abierto el corazón
y que entre la Navidad
y que nos llene de amor.

Olvidemos nuestra edad
¡con un gran sorbo de vino
y el abrazo de un amigo!


C.D.

24-12-2011

Cartas cruzadas

Markus Zusak
Cartas cruzadas
(Traducción de Matuca Fernández de Villavicencio)
Lumen, Barcelona, 2011.

Markus Zusak, cuando nació en Sydney, el año 1975, se llamaba Branko Cincovic. A los 19 años se cambió por el actual. Como escritor se dio a conocer internacionalmente con La ladrona de libros, también publicada por Lumen. Con Cartas cruzadas ganó en el 2006 el premio a la mejor novela juvenil. Zusak en este libro explora el mundo de la adolescencia y de la amistad y sitúa a sus personajes en los suburbios de una gran ciudad australiana. Es una novela juvenil, pero puede ser leída por adultos que encuentren interés en ayudar a los demás, sean conocido o desconocido, en aprender que los pequeños detalles de la vida son a veces lo más importante, o que las barreras y dificultades hacen más apasionante el hecho de vivir. Markus Zusak, al igual que Patrick White, nos ofrece lo mejor de la literatura australiana. Nos maravilla porque nos atrapa en ese mundo del que conocemos poco. Con ellos descubrimos ese continente.
En esta novela la historia nos la va relatando el mismo protagonista, Ed Kennedy de 19 años. Se gana la vida trabajando como taxista. Vive en una choza maltrecha, con un perro que se llama Doorman porque siempre está a la puerta y al que le encanta el café con leche. Y le acompañan unos amigos que viven como si no esperan nada de la vida. Ed sueña con llegar a hacer algo interesante en esa edad. Como Dob Dylan, que ya era un experimentado cantante en Nueva York, o como Salvador Dalí que ya había creado extraordinarias obras de pintura y rebelión antes de cumplir los diecinueve. Pero él sabe bien que es el fracasado de la familia, tiene una madre que solo lo llama para hacerle recordar que es un perdedor porque sus hermanos son todos universitarios y él solo un taxista que tiene un perro apestoso.
Pero después de un atraco a un banco, la vida Ed Kennedy cambiará para bien, porque logra atrapar al atracador en el mismo momento que sale del banco. Su nombre entonces acapara los titulares y se convierte en el héroe de la ciudad. Esa experiencia le hará sentirse útil. Y desde ese momento recibe cartas de naipes, la primera un as de diamantes, y en esa carta vienen escritas unas direcciones de personas a las que debe ayudar. Tratar de resolver los problemas de esas personas será su tarea.
Una de esas direcciones es la de una anciana, que vive sola y que se llama Milla. La tarea de Ed será hacerla compañía. Él con toda la buena voluntad cumple ese trabajo, porque sabe que no hay mayor satisfacción que la de sentirse útil. Le lee una novela varias veces. La lleva a pasear por los parques. Milla siempre le llama Jimmy y a Ed le encanta ser Jimmy. Para saber quién fue Jimmy, visita el cementerio, donde se entera de que había muerto hacía tiempo sirviendo a su país. Milla no lo sabe y lleva ya esperándole setenta años.
La otra dirección es la de una chica corredora, que se llama Sophie. Es guapísima y atlética, pero ignora lo que vale. Ed la hará descubrir su valor regalándole una caja de calzado vacía, porque ella solo es buena corredora si lo hace descalza. Con Sophie aprendemos que veces perder no significa que seamos malo en lo que hacemos.
Y la otra dirección es la de una casa donde vive una señora con su hija. Casi todas las noches es violada por su marido borracho. La tarea de Ed es hacer algo por la señora. Después de haber observado varias noches, al fin logra ir hasta la puerta de la casa y entrar en ella. Pero no se anima a entrar en la habitación, donde está el hombre borracho abusando de su mujer.
Uno de esos días un hombre llama a Ed por teléfono y le ordena que abra el buzón. Encuentra en él una pistola. Se pregunta “¿qué hago con esto?”, como cualquiera de nosotros haría. Una noche se decide a esperar al borracho en el camino, lo mete en el taxi y lo lleva a una zona de la catedral. Ed con la pistola, siente con poder de hacer lo que quiere y obliga al hombre a jurar que no volverá a hacerle más daño a su mujer. Para que su promesa tenga un sello, Ed dispara junto al oído del borracho que al instante cae aturdido en el suelo. Al día siguiente el hombre se marcha de la ciudad. Y desde entonces Ed oye a la mujer y a su hija reír en su hogar.
Cada vez que termina una carta, le llega otra y así ayuda a un cura a llenar la iglesia un domingo, invitando a todo el mundo con la promesa de que iba haber cerveza gratis. Y así muchos que no han conocido un cura tienen la oportunidad de ver y escuchar un sermón no apocalíptico. También ayuda a dos hermanos a conocer el honor e invita a un helado a una madre soltera con tres hijos y problemas económicos.
Se toma a pecho todos los desafíos, como si de ello dependiera su futuro, sin siquiera saber quién es el que le envía los naipes. Muchas veces se ha llegado a preguntar sobre ello.
Al final, cuando pensaba que ya había terminado su trabajo de arreglar la vida de los demás, recibe el último naipe: El comodín. Y en él vienen las pistas de las personas a las que debe ayudar y descubre que esas personas son los amigos con quienes comparte su vida diaria. Averigua los problemas de sus amigos, llegando a darse cuenta que no eran lo que aparentaban, que son mucho más especiales. Descubre que uno de ellos, Marv, tiene una hija a la que ni siquiera conoce, porque los padres de su novia lo rechazan. Ed buscará la forma para que Marv pueda conocer a su hija.
Pero cuando al fin acaba con el comodín, todavía le queda una duda: ¿Quién está detrás de todo esto? Y lo descubre en su propia casa.
El responsable es un hombre que lleva vigilándolo por durante todo un año. Y le dice que él organizó el atraco en el banco para que sucediera cuando Ed estuviera presente. Le dice también, que él ordenó al hombre borracho que maltratara a su esposa y todas las demás cosas. ¿Y por qué lo hizo? Porque Ed es la mediocridad en persona. “Y si un tipo como tú puede levantarse y hacer lo que tú hiciste por toda esa gente, tal vez eso signifique que todo el mundo puede. A lo mejor todo el mundo puede ir más allá de lo que se cree capaz”. El hombre responsable de toda esa etapa de la vida de Ed le señala una carpeta en la que toda la trama de su vida está escrita, como su si todo fuera un guión preconcebido. Todas las ideas, todas las personas a la que ayudó Ed, hirió o vio. Le dice que cada palabra que están diciendo en ese mismo momento está ya escrita en la carpeta. Y Ed, le pregunta: “¿Soy real?” Su interlocutor dice que mire en la carpeta. Y Ed después de que el hombre se haya marchado para desaparecer de su vida, lee la carpeta y encuentra que sería buena idea publicar todo lo que en ella se encuentra en forma de libro.
Markus Zusak, en estas historias que tiene mucho tinte realista, nos enseña a reírnos de nosotros mismos para así conocernos de verdad. Nos enseña que debemos dejar nuestra huella en el mundo, esa huella buena, esa pequeña semilla, para que a la larga crezca y arraigue. Nos ayuda a descubrir el amor, la verdadera amistad y la noble actitud frente a los que nos necesitan. Yo personalmente, después de haber leído este libro, me siento como si hubiese aprendido algo que tenía olvidado. Lo bueno de las mejores historias es que siempre cuentan algo que tienen que ver con nosotros.

C.D.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Frutas de jardines ajenos V

Decidimos comernos al amor porque
el hambre era mucha y el amor un desperdicio.
   Valter Hugo mae

Las leyendas, como las flores más bellas, crecen de la negra tierra.
   Tomaz Zalamun

El aburrimiento es el humus fecundo del que brotan los versos. Y todo lo que vale la pena.
   José Luis García Martín

Solo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.
   Pedro Salinas

El cadáver de un sueño es carne viva,
es un hombre de pie, que tuvo un sueño,
y alguien se lo mató.
   Pedro Salinas

La lluvia sabe
un secreto de infancia
que yo he perdido.
   José Cereijo

Papá lleva unos cuantos perdigones en el cuerpo; pero no se preocupa, porque no pesan mucho.
   Mark Twain

La conciencia ocupa más sitio que todo lo demás que uno lleva dentro y, sin embargo, no sirve para nada.
   Mark Twain

Es tan frío el dolor como la nieve.
   Juan José Vélez Otero

Lo que decimos no siempre se parece a nosotros.
   Jorge Luis Borges

"Siempre" es una palabra que no está permitida a los hombres.
   Jorge Luis Borges

Quien hizo el verso, amor, hizo la trampa.
   Juan José Vélez Otero

sábado, 10 de diciembre de 2011

A Santianes de Grado

Miren a donde he venido a soñar,
he pasado la fresca sombra
hasta aquí me trajo el trabajo.
Alzo la vista a los cuatros cardinales
y celebro este día tan nuevo y tan antiguo.
Estoy en el pueblo de Santianes, un pueblo en las alturas,
como un Olimpo, se yergue, solitario
y al mismo tiempo tiene algo de campanas, de grillos, de pájaros de caleya
que cantan en su garganta.

Uno ve, de vez en cuando
a algunos transeúntes trazando con sus varas
itinerarios y paisajes, buscando las huellas del Apóstol.
Y mi alma que está en los andamios,
pintando paneras con mi sudor, calla.
Intoxico mi ser y desvaría mi cerebro
y mis huesos se quedan en la escalera lijando sueños
duros como el castaño.
No desciendo para comer, prefiero ayunar para alimentarme.
Hoy no he rezado –me reta mi alma.
Estoy esparcido por no concentrarme,
el viernes se hace eterno como el sol de la canícula.

La carne no se contenta con lo que no es suyo.
¿Hasta cuándo resistiré? –me pregunto.
Tengo tantas interrogaciones que colapsan mi cabeza,
los signos aparecen en la pared, en los charcos, en los vidrios rotos.
Una enorme interrogación, como un garfio por mi cuello llevo.
Y me rindo, porque buscar las respuestas a las cosas es difícil.
Detrás de cada interrogación hay una verdad
y detrás de la verdad otra interrogación
como si la verdad fuera el traje de la interrogación.
Quisiera montar una mariposa que vuela embriagada entre las llamas,
bailar como borracho con su baile helicoidal.
Admiro las arañas tejedoras
que con paciencia día a día vuelven a tejer.
Si alguien destruyera, mi trabajo cómo me quejaría,
renunciaría, lo dejaría todo.
Y me pongo en el lugar de las arácnidas
y me doy cuenta que tengo que seguir perseverando.
Cuando tengo paciencia a mí alrededor, hay un ángel en mí.
Permanezco sentado, pero hace rato que ya no estoy aquí
hace un día que estoy junto a ti
hace rato que te ando mordiendo los zarcillos
hace rato que ando acariciándote con mis dedos tu melena.
He saneado la fachada
recogido la tierra que cayó,
recogido mis pies, mis manos, las palas y las brochas.

C.D.

martes, 6 de diciembre de 2011

Cuando todo se acabe


Pero es bello amar al mundo
con los ojos
de los que no han nacido
todavía.

Otto René Castillo



Hoy me encuentro donde nunca he pensado estar,
donde tal vez no vuelva estar .
He visitado la tierra como cualquier otro turista
y lo he convertido en algo desechable
y cada día se vuelve solo pasado.
Me encuentro en Grado en la calle Asturias,
esperando que alguien venga a recoger mis huesos.
Y miro el cielo nublado y cóncavo
y miro al hombre que camina despejado y perfecto,
miro los perros que sonríen, me miro a mí mismo,
en los escaparates, donde mis sueños son intocables.
¿Dónde me buscaré? ¿Dónde me encontraré
si desconozco mi parada futura?
Y vuelvo a indagar, cierro mis ojos
y lo único que veo son mujeres rodeadas de satélites.
Veo lo que quiero ver.
Veo la tierra que no evapora su llanto,
veo al viejo sol, arañando con sus uñas la tarde
y las olas enrollarse en la ribera.
Veo al peón sudoroso empujando la carretilla.
Si vuelvo a nacer quisiera ser yo otra vez, el mismo después de tantos años.
¿Dónde estaré? ¿y qué otro animal seré,
qué rostro me pondrá el tiempo?
Una niña pasa escuchando con el auricular
la música de su corazón,
una anciana me sonríe, desde el banco observa a todos,
y Orfeo, después de despedazado por las ménades,
su cabeza flotando sigue cantando por el Nalón,
el primer río asturiano que vi, deslizándose bajo mis ojos.
¿Quién pondrá en su sitio los coches cuanto todo se acabe?
¿Quién conducirá los edificios grises, fríos, sin espíritus ya?
¿Quién recogerá la basura de las calles? ¿Otra vez el viento?
¿Quién regará el jardín, quien esperará a los niños
a la salida de la escuela cuando todo se acabe?
¿Quién recogerá las leñas? ¿Otra vez el viento?

Nadie, nadie; suena escalofriante.
Los periódicos ya no nos mostrarán las noticias,
las veremos en vivo, en nuestra frente
porque somos los protagonistas
de este apocalipsis a largo plazo.
Los poetas ya no crearán a los dioses,
ya sus gritos no serán escuchados.

El mundo en que estoy
a su jinete lo va a tirar,
más allá de la valla que separe
el renacer del silencio eterno.

Pero hay una esperanza en unos ojos –dice mi alma.
Esa mirada que me borra y los labios que me fuman
parecen ser que conocen mi existir,
conocen las hebras y lo que piensan mis dedos,
me sueñan, en las caricias me van formando.

Alguien llama a la puerta. Será el destino o la soledad
o podría ser el amor que hace mucho
que no visita estos sitios inhóspitos.
La calle Asturias, lugar de este momento
donde mis ganas de seguir se disuelven como el azúcar en el instante.
Me desvanezco, mi cuerpo me espera en el asiento del coche,
espera que alguien venga a recoger mis huesos.
De repente abro mis ojos y veo todo.
Cada paso, cada gesto que hace la vida cambia.
Cuando algún día, cuando todo se acabe,
cuando el ser humano se derrumbe solo
y deje de llamarse “ser”,
volverán los árboles, volverán los ríos azules
donde cautivado quedó el primer hombre
al mostrarle el fulgor del rayo su rostro,
donde se golpeó tantas veces el pecho
de donde le brotaron las frutas venenosas,
el orgullo, la arrogancia y todo lo que encadena su fin.

Volverán las raíces antes de evolucionar a secuoyas,
volverán a invadir los desiertos.
Los planetas volverán a bailar en corros
como hacen los indios alrededor de la gran fogata,
serán todos como la tierra
volverán a ser todas tierras
y no habrá más extraños indagando
en su útero verde con manos sucias
y no habrá contaminación manchando su piel verde añil.

Algún día, cuando el motor de los coches deje de rugir
y alguien venga a apagar la luz,
volverán los sueños que abandonaron mis trémulos ojos.

Y yo seguiré cantando al arco iris,
recogiendo en mi cántaro
el sonido del aire, la luz de la cigarra colorada
que vuelve del estero convertida en mariposa.
Guardaré el baile del halcón, la mirada del perro bajo la mesa.
Y allí seguiré con el escudo del sol
calcinando mis huesos hasta el final del tiempo
que me ha sido concedido.

 
C.D.