miércoles, 24 de noviembre de 2010

Tocar los Libros

Jesús Marchamalo
Tocar los Libros
Prólogo de Luis Mateo Díez
Fórcola Ediciones . Madrid, 2010.

               
Ahora que he leído Tocar los Libros comprendo que es cierto eso que el saber sí ocupa lugar, lugar físico en las estanterías de nuestras casas. Los libros nos roban espacios, porque con el tiempo se van acumulando como los contactos en el móvil. He comprendido también que la biblioteca que uno arma en casa nos define como somos. Que los libros hablan de nosotros y de forma indirecta marcan nuestra forma de pensar y vivir.

Hay libros que nos conquistan, que penetran nuestro corazón, que son amigos que envejecen en algún rincón,  se vuelven huraños a la par que nosotros. De vez en cuando volvemos a ellos le damos caricias, ojeadas, miradas y otra vez le echamos al olvido, enmudecen y las mudez significa muerte, y de esa manía nacen dos tipos de personas: los que mantienen en orden su biblioteca y los que dejan que sus libros encuentren su propio lugar. Está claro que hay personas que encuentran con más facilidad sus libros en el desorden.
Sin duda es cierto que los libros a nuestro alrededor denotan cultura, nos dotan de prestigios, y son un signo de aspiración intelectual. Y también son decorativos en el hogar, es decir libros superficiales, porque hay quienes que solo las tienen por adorno.
Según Jesús Marchamalo hay que tener coraje suficiente para deshacerse de ellos, diferenciar cuales son para leer y cuales  para libros.
Los libros invaden nuestras casas, necesitamos mucho espacio para ellos. Y cuando leo esto pienso en Nietzche quien decía en la Ley draconiana contra los escritores: “Un escritor debería ser considerado como un malhechor que no merece, sino en casos muy raros, el perdón o la gracia, esto sería un remedio contra la invasión de los libros”. Pero algo paradójico se me ocurre cuando en Tocar los Libros se cita a autores que han llegado a quemar, romper, olvidar a los libros en algún rincón. Un libro debería estar fluyendo como un manantial constantemente en las manos de un lector, en la mano de un niño lleno de sueños, pasar y pasar. Yo personalmente cometo el pecado de conservar los libros que ya he leído porque se convirtieron en mis amigos, pero ahora luego de leer el trabajo de Jesús, pienso enviar todo lo que ya leí a Paraguay donde sé que lo libros tendrán muchas manos donde fluir y tener con quien hablar, porque un libro también se cansa de la soledad en las estanterías, necesita escucharse en alguien. Y recuerdo con esto la época y la carencia de libros que sufrí en mi niñez.
En fin,  la conclusión que he sacado de Tocar un Libro es que no hay duda de que un libro es la mejor compañía del hombre. Y que es doloroso ser un anacoreta sin ellos.

1 comentario:

  1. Bonito post. No concibo mi vida sin mis libros en papel, sin mi biblioteca personal, que he ido construyendo a lo largo de mi vida y que ahora, pasados los años, descubro que es ella la que me ha ido conformando a mí. Gracias por la mención. Un abrazo. Te seguiré

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